lunes, 17 de mayo de 2010

Arroyo Seco Park

Se metió a la regadera el domingo por la noche. Eran las cuatro de la madrugada. Todavía sentía un poco el olor a cocaína en las fosas nasales. Por eso mismo decidió darse un baño. Tenía también el olor a tabaco y alcohol impregnado en el cuerpo y en la ropa que había estado usando desde el jueves. Ingresó a la regadera deshaciendose de sus calzoncillos y sin cantar. Hacía tiempo que no cantaba en la regadera y no iba a comenzar esa noche a punto de convertirse en mañana.

Dentro de todas las imágenes que le brotaban a la mente de los días pasados no había ninguna que se quedara más tiempo que el de cuatro segundos. Luego pasaban más imágenes que duraban menos aún. Todo esto resulta inutil, pensó mientras se enjabonaba los huevos y dejaba caer el chorro de agua por su espalda. Recordó por más tiempo la última vez que tuvo sexo, hacía tres días. ¿Será demasiado tiempo? No, no podía ser eso. En realidad no quería sexo en ese momento. Lo que quería era alguien con quien compartir su cama sin necesidad de tener erecciones en cada roze de piel. Lo que quería era una compañía que le dijera a la cara sin palabras que también le gustaba compartir su cama en silencio sin necesidad de sexo. Había visto suficientes mujeres durante el fin de semana buscando un amante con todos sus sentidos y a la vez huyendo de ellos cada que sospechaban que podían encontrarlo. Todas caían en el mismo agujero de la soberbia y el de querer llamar la atención sexual para después irse a dormir sintiendose deseadas. Se imaginó lejos de ahí. En Madrid, en Malasaña, en San Francisco, en South Beach.

Antes de apagar la regadera cerró completamente la llave del agua caliente y pensó en su amiga socióloga de la universidad. Si sólo pudiera venir un fin de semana a sacarlo de este lugar le estaría eternamente agradecido. ¿Por qué todas las mujeres que valen la pena están comprometidas o a miles de kilómetros de distancia? El agua seguía corriendo. Pensó en escribirle diciendo que si viene a visitarlo por unos días le compraría el boleto de regreso a Los Angeles. La recordó como la última vez que la vió, en su cumpleaños número veinticuatro en un bar de Korea Town y en la sala con chimenea de una casa cerca de Arroyo Seco Park.

Definitivamente eso haría en cuanto la cocaína y el mal humor lo abandonaran por completo. En realidad, se justificó, siempre le gustaron mucho más las intelectuales que las modelos.

reflexion sobre

El pedo de escribir es que se necesita tiempo, mucho tiempo para hacerlo. Puedes estar todo el día frente al ordenador sin que nada bueno salga de los dedos o de la mente. No importa la cantidad de café, cigarrillos, cocaína o cervezas que puedas tomar. Si no tienes nada qué contar en la cabeza simplemente no tienes nada qué contar.

Cuento de noche

Entró al baño de hombres una vez que pasó la especie de retén que había por la entrada al aire libre para el concierto de música de jazz familiar. Dijo no ser de la ciudad ni estar interesado en el concierto. Era sábado por la tarde en la plaza del centro estatal de la artes. Definitivamente era un baño público a donde había caido, aunque el espejo no estaba tan rayado y había papel cartón para secarse las manos. Aún así la mitad del cuarto estaba a obscuras y las puertas plásticas de los retretes amenazaban con caerse. Tocó una de las puertas. Grítaron desde dentro del cuartito: ocupado. No había apuro en la voz. Se miró al espejo, se dio media vuelta para ver hacia el exterior y esperar a que saliera aquella persona. Entró en eso un hombre con aspecto de padre de familia interesada por lo artístico y se puso a orinar en el mijitorio. Era un poco calvo y llevaba camisa de manga larga color azul claro y un pequeño sueter a sus espaldas. No cruzaron palabras ni miradas. El hombre terminó, se lavó las manos, se miró al espejo y se fue sin tocar las toallas. El sol iba cayendo cada vez más rápido y ahora las sombras cubrían todos los edificios, dejando que sólo los techos se alcanzaran a ver con luz natural. Se abrió la puerta del pequeño cuarto y salió un hombre canoso, de baja estatura, bigote, y un poco gordo con un uniforme gris de seguridad para el evento. Se saludaron con la mirada y dejó que saliera por completo el hombre antes de ver el baño. Por fin entró a su destino y verificó si había papel en la rueda. El escusado no estaba tan sucio como lo pudo haber imaginado. Sintió la marihuana que había fumado en el coche que lo llevó hasta ese lugar y se aseguró de encajar el pistillo de la puerta blanca de plástico para que nadie entrara. Al mismo tiempo sentía también el efecto de la pastilla de diazepam que se había comido antes de fumar la marihuana, regalo de un amigo. Limpió con papel el asiento blanco del escusado, puso otros dos pedazos de papel como apoyaderas y se sentó. Se podía escuchar la música de la plaza. Era una banda de tres músicos: batería, bajo y teclados. Pretendía imitar un estilo de rock progresivo de los años setentas con un bajo new metal y unas percusiones desatinadas. Era pésima música. Se tentó la cara una vez más y metió su mano a la bolsa derecha del pantalón. Sacó una bolsita de mandado cortada por una esquina y buscó en otra bolsa de pantalón su credencial de elector. Alguién entró al baño, caminó hacia el mijitorio y orinó. Pudo escuchar el ruido del agua al lavarse las manos y el tirón de papel cartón para secarlas. Volvió a ver a la bolsita y la abrió cuidadosamente tomandola por el centro. Respiró profundo, como calando los poros de la naríz, se limpió el izquierdo. Llenó una esquina de la credencial de elector con una montañita de polvo blanco sin corte y la respiró sentado. Mientras le salía el último cerote, sin salpicar tanta agua, se limpió el poro izquierdo de la naríz y volvió a llenar la esquina de la credencial con la misma cantidad de polvo. Repitió esto una vez más. Todavía con los pantalones abajo lamió lo último que quedaba del polvo blanco de la bolsita de mandado y la tiró al bote de basura que estaba enfrente de él. Guardó la credencial en una bolsa del pantalón, se limpió el culo hasta cerciorarse de estar absolutamente limpio y salió del cuartito color hueso. Se lavó las manos, se miró al espejo, se mojó la cara, y se secó pausadamente con una de las toallas de cartón.

Adivinanza

Te tienes que comer tus mocos

para que te guste

lo que te estoy ofreciendo.


Escuchando noticias
Leyendo periódicos
Noticias
Más noticias
Cigarrillo
Comerciales
Publicidad,
Tratando de escribir algo
Que tenga sentido
(Aunque sea uno.)
De dios y del diablo venimos todos
y de ahí nadie nos salva
ni modo,
¿que qué podemos hacer?
nada
pasar viendo los días pensando en lo que tenemos y en lo que nos falta
más consejos no tengo
pero tengo muchas ganas de todo
incluyendote a ti manchando mi cama,
o mi sillón en tal caso,
el piso de mi cocina y la regadera de mi baño
y yo metiéndote todo lo que pueda...
todo lo que se del mundo entero

De las contradicciones de Mexico:
tener a uno de los duenios politicos de la ciudad
frente a tu casa, con guaruras y matones
con armas automaticas protegiendo una casa,
vigilancia de la policia 24 horas al dia,
y que pase por ti un drug-dealer de cocaina
para pasear una vuelta a la cuadra y volverte a dejar
en la puerta de tu casa
con los mil pesos de droga que recien has comprado.

viernes, 14 de mayo de 2010

Entumido Cómodamente

Llegué al bar Monaco en el carro de un amigo con el que había pasado la tarde escribiendo y estudiando posibilidades para una pequeña novela sobre el narcotráfico en una ciudad de la frontera norte mexicana. Mientras platicábamos de lo jodido que estaba el país por culpa del las drogas formábamos rayas de cocaína sobre un espejo en donde podías ver si te quedaba algún residuo del polvo blanco en las fosas nasales una vez que terminabas la línea y donde también podías verte a los ojos mientras aspirabas.

Entré al bar y pedí una cerveza obscura importada, inglesa, y esperé a mi amigo viendo un juego del Atlético de Madrid en la pantalla de alta definición que estaba encima de la barra del bar. Llegó mi amigo pero se fue rápidamente porque tenía cosas que hacer y dijo que necesitaba el tiempo para hacerlas. Ni siquiera pidió una cerveza. Habíamos llegado ahí porque otro amigo común le había llamado por radio para invitarlo a dicho bar, pero no había rastro de aquel amigo por ningún lugar, tampoco en su teléfono/radio, que siempre desviaba las llamadas que le hacíamos. Entonces me quedé solo viendo el partido europeo con mi cerveza obscura sintiéndome bien por el trabajo de la tarde y porque no parecía conocer a nadie en el bar ni nadie parecía conocerme.

Cuando iba a mitad de la cerveza entró nuestro amigo común con una chica alta y delgada, de cara no desagradable pero tampoco amena, con una especie de paliacate en la cabeza recogiéndole el cabello. Me la presentaron como Alejandra y me dio un beso casi en los labios mientras parecía actuar como diva de película. Mi amigo le hablaba en inglés, así que comencé a hacer lo mismo. Era de un pueblo-ciudad al norte de San Diego, casi llegando a Los Ángeles, y estaba en la ciudad porque estudiaba odontología, o algo así entendí. De cómo fue que conoció a mi amigo estuvieron involucradas algunas tías de alguien, pero parecía una historia un poco fuera de contexto. No le di mucha importancia y me quedé platicando con ella bebiendo mi cerveza mientras mi amigo se fue a hablar por teléfono a una esquina del bar (probablemente con otra Alejandra). Ella pidió una Heineken después de no poder pedir una Stella Artois. Las cervezas italianas no son muy buenas, le dije en inglés, y en ese sentido las cervezas mediterráneas tampoco son buenas casi por regla general. A ella no pareció importarle mi comentario y me dio un beso con la punta de los labios. Como no supe que contestar seguí bebiendo y volteé alrededor buscando a mi amigo, quien seguía hablando desde la esquina.

Sentí una mano de mujer en la espalda cuando me saludó una amiga que acababa de reconocerme. No te habíamos visto, me dijo, estábamos ahí la Jimena y yo preguntándonos si eras o no tú el de la barra. Nos saludamos de beso en la mejilla. Le dije que en efecto era yo el que estaba ahí en la barra. Jimena me decía que tú eras en realidad más alto, pero yo le dije que no, que sí tenías que ser tú. Volteé a ver su mesa y vi a Jimena saludándome mientras tres tipos sin importante apariencia platicaban entre ellos en la misma mesa de Jimena. Mi amiga pidió una cerveza barata y me dijo que en realidad ya se quería ir y que estaba cansada. Yo le dije que en efecto yo también estaba cansado, y que como no tenía toalla me bañaría y me metería sin ropa debajo de las cobijas para dormir. A ella le pareció gracioso y me recomendó secarme con mi ropa sucia. Luego llegó Jimena y me saludó. Fue un momento gracioso porque durante quince segundos estuve con una mujer en cada mano, y, a decir verdad, son muy guapas estas dos amigas. Luego como las dos me hablaban al mismo tiempo y a diferentes oídos y yo mantenía mis manos en ambas cinturas me imaginé la escena desde fuera y no pude contener una pequeña sonrisa que no expliqué a nadie y que seguro se pensó que era a base de algún comentario de ellas. La verdad es que no recuerdo qué me decían. Pidieron sus cervezas y se regresaron a su mesa. Me volví con Alejandra y la vi bailarle un poco a mi amigo. Me acabé la cerveza y la puse sobre la barra. Me despedí de mi amigo y de Alejandra mientras como música de fondo un empleado del bar, que también es vocalista de una banda de rock-pesado-metal de la vieja escuela, cantaba y tocaba la canción de Michelle, de Los Beatles, con solo una guitarra eléctrica y sin distorción. Lo saludé desde lejos diciéndole con el dedo pulgar que me gustaba el performance, me despedí de Jimena y mi otra amiga y salí de ahí. De suerte el guardia de seguridad me regalo un cigarrillo y comencé a caminar de regreso a mi departamento.

Pasé por un lote baldío en donde un pastor alemán ladraba sin parar, pasé por unas florerías, una farmacia y por un carrito de hot-dogs que no son para nada buenos. No llevaba calcetines debajo de los tenis y el cigarrillo se iba consumiendo rápidamente. Casi al llegar al semáforo de Reforma y Calle México se me antojó otra cerveza y también se me antojó ver a alguna mujer desnuda. Traía dinero todavía del premio literario que poco a poco se va consumiendo (muy lentamente, con breves excepciones de despilfarros monetarios a las tres de la mañana). Entré al mejor congal de los cuatro que están a menos de veinte metros de distancia uno del otro. Pagué un cover de 40 pesos y me dieron un boleto que entregué al bartender por una cerveza barata, sin la posibilidad de cambiarla por un trago de whiskey. En la pista bailaba una mujer grande, con tetas masivas y con un culo lleno de cicatrices, también bastante grande. Me senté en una mesa al lado de la pista, con una silla de distancia entre yo y el escenario. Se me puso un poco dura con ciertas posiciones que hacía la muchacha tetona frente a los tipos que sí le daban dinero. Yo me divertía viéndola a ella divertirse recibiendo pequeñas lluvias de billetes de un dólar y me reía de los comentarios que el presentador hacía desde su cabina.

Me quedé ahí sentado durante dos bailarinas más. El lugar estaba solitario, y se quedó aún más solo cuando los dos grupos de amigos que aventaban billetes a la pista se fueron. Vi pasar a algunas strippers con los senos de fuera y en tanga, pero no había mucho tráfico de nada. Mientras tanto veía la mejor suerte del grupo que tenía en su mesa sentadas a cuatro muchachas. Una vestida de negro con una camisa que le cubría solo la mitad de las tetas, otra vestida de rojo que mostraba los senos en cada oportunidad que tenía, una de blanco que bailaba salsa con uno de los hombres (clase media trabajadora del tipo burócrata de alrededor cuarenta años todos ellos), y una última que no pude ver bien por estar sentada en medio de varios.

Con el final de mi cerveza subió al escenario una mujer chaparra de tetas grandes operadas que comenzó a bailar una canción de Enrique Iglesias. Uno de sus pezones erguidos atravesaba el vestido negro de red que tenía puesto. A mí ese pezón me tenía casi hipnotizado. La canción terminó y el presentador la nombró varias veces por su nombre artístico. Ahora solo quedaba yo en las sillas que están alrededor de la pista con los dos tubos. La mujer se vio en los espejos un par de veces y se preparó para quitarse la ropa con la siguiente canción. Era Pink Floyd, con la de Comfortably Numb.

martes, 4 de mayo de 2010

los únicos ojos que he visto
más bonitos que los tuyos
fueron los de una gitana
de diecisiete años y morena
que me encontré en el barrio de Lavapiés
vendiendo pulseras que ella misma hacía
a las casi siete de la mañana
mientras el sol salía por el Museo del Prado
con una botella de tinto a medio tomar.
Antes que nada quiebro la piedra
Porque sin ella la paga no vale nada
Busco el oro blanco que dicen es de diferentes colores
Lo unico que sé que es cierto
Es que todo viene desde muy adentro de la tierra
Y la catedral de Puebla por dentro me mira ella
En acción de cómo me fusiono yo con mi tesoro
E Ignacio Zaragoza desde afuera tambien nos mira
Y nos dirije haciendo un guiño medio de pijo
Y medio de gachupín vuelto mexica y nacido negro:
Siempre quizo ser hombre blanco
Y hablar con lengua de serpiente.

domingo, 2 de mayo de 2010

Bajé de mi oficina/salón audiovisual al baño despues de platicar de filosofía con el profesor de literatura y filosofía de la escuela; un tipo moreno, delgado, de unos treinta y dos años estudiado de la Pontificia Universidad de la Ciudad de México, según él, a finales de los noventa. En este momento sonó un celular con un mariachi de timbre. Pero el caso es que yo bajé al baño, y para bajar al baño tienes que pasar por la oficina (abierta, sin puertas) de la directora, una señora de cincuenta años, chaparra, de tacones y cuerpo mexicano, aunque no tan morena.

La escucho platicar con el cachorro, el perro de uno de los alumnos de primer semestre, que se había traido de su casa porque “no habia nadie en mi casa profe, y no iba a dejarlo solo”, a quien despues la directora le quitó la mascota en base a que “distraía a las muchachas” (muchas vueltas parcialmente locas una vez que el animalito entraba en su campo de visión—haciendo que no entraran a clase o, que dentro de clase solo quisieran abrazar al animal, y curiosamente no al dueño de éste). Entonces cuando paso por el cuarto (abierto) en donde está el escritorio de la directora la escucho decirle al perro,

--¡Ahhhhhh!--, con una voz aguda y muchas veces molesta, como ésta vez que le habla al perro chiquiandolo --¿quién ché cayó??........quién ché caaayooooo??...---, y abraza al cachorro mientras le dá besos.

Yo entro al baño sin decir nada, orino pensando en lo que falta del día y lo que vendrá despues, en la noche. Es viernes. Me lavo la cara.

--Hayyyyyy!,.... que peshosho....que pesho-shhhooo....--, escucho.

Salgo del baño y veo la cafetera. Ya no hay café y apenas voy en mi segunda taza a las once de la mañana. Paso por la oficina (abierta) de la directora y no está en su escritorio, sin embargo el perro está acostado sobre una camisa escolar, tipo polo, gris, dentro del cajón derecho del escritorio de metal de la directora, dormido y manchando papeles administrativos.

Miro al animal dormido entre tanto desmadre humano. No lo molesto. Al contrario, me da cierta ternura verlo ahí. Hay algunos que tienen suerte, pienso. –No sabes cómo me encantan los animales--, le dice la directora a la chica de las copias que se cree administradora y quien calla a los profesores en ocasiones (razón por la cuál más de uno no la quiere ver más en la escuela). La chica secretaria no contesta pero le hace caso y deja su trabajo para escucharla.

Sigo mi camino de regreso a mi oficina/sala audiovisual (que en realidad es un cuarto con olor a encerrado, con unas cuantas sillas, un DVD player, un televisor, una planta artificial y dos posters sobre la Anatomía del Ojo Humano exactamente iguales pero colgados en lados opuestos del cuarto, como para engañar al rápido visitante que entra y sale y nunca vuelve a mirar con atención a las paredes).

En el trayecto un estudiante me dice que odia a un profesor. El estudiante odia al mismo profesor que me dijo que la secretaria es un estorbo; el mismo profesor que otro estudiante me habia dicho que es un estorbo. Le digo que me acompañe arriba para platicar—despues de todo, pienso, soy el orientador. Subimos, pasamos por el costado de la clase del filósofo que hacía un rato platicaba y presumia las “claras y obvias razones” por las cualaes “los realistas tenemos la razón”, y entramos al cuarto audiovisual; mi oficina.

Invito al estudiante a sentarse, lo hace y le pregunto qué le pasa. Me dice que no aguanta al profesor que me ha dicho abajo que odia. Que lo odia porque no lo deja hablar a él como a los demás alumnos. Que es un injusto porque no le pone los mismo ejercicios de matemáticas que a los otros...

Yo lo escucho tratando de poner atención a lo que dice, pensando que el estudiante y el profesor son unos inadaptados sociales y me pierdo un poco y por un momento en el fondo del cuarto. Para mi sorpresa, através de la puerta transparente de cristal que divide mi oficina y el espacio donde reciben clase los alumnos de primer semestre, veo a la niña de quince años de piel crema y ojos negros con arete en el labio que me vuelve loco de rabia por no poder tenerla. Y ella tambien me está mirando.

El jazz es la única música que me permite escucharla sin nada de broncas por no tener letra.
Lo más orgánico que hay es el jazz

Todo es construido en ese momento, no hay grabadoras-reproductoras
Todos son suaves con sus instrumentos. Quieren a la música

El jazz es poesía pura hecha de un performance acústico.
La poesia es, mas que nada, lo que salva a este mundo del inminente desastre.

Dos rayas de
Cocaina del de-efe,
Tubo blanco de pluma negra
Cortado a un tercio
Desde europa

Yo a una amiga en extasis:
Cuando te pintaste el pelo?
Verdad que se me ve bien?
La otra noche me invitaron a salir por el pelo
Vente, vamos afuera
Una vez me dijeron que tengo ojos de Guayasamin
No te creo
Era una chilena de cuarenta años que quería acostarse conmigo a como diera lugar
Afloja los dientes, relajate
Relajame tu
Vente, vamos afuera
Te lo dije, no tengo dinero

Que te jodan. (y se fue).

Carolyn y La buena vida.

Estabamos enojados con nosotros mismos. Teníamos dos días manejando así, aunque parecía meses el tiempo que llevábamos en ese plan de a ver quien chinga más duro. Paramos en el poblado de Lázaro Cárdenas a poner gasolina y a comer algo. Entramos a una pequeña lonchería llamada La buena vida, llena de moscas parándose y volando por todos lados; moscas grandes alrededor de la plancha y moscas chicas sobre la hielera que funcionaba como refrigerador. Una mujer de treinta años con ojos y expresión triste, razón por lo cual parecía más grande, nos miró detrás de la barra. Carolyn no hablaba nada de español, y en esos momentos de fuckyou’s constantes me parecía que hablaría mucho menos y gruñiría mucho más. Hay tacos, burritos, quesadillas y tortas, le dije en inglés. Un burrito con queso, me contestó sentada desde su banco de barra, despreocupada.


Yo la miraba usar su sombrero de paja comprado en Santa Rosalía a una mujer indígena de menos de metro y medio de estatura, la miraba con sus lentes de sol a la moda y su pelo claro, le miraba el escote y le miraba las piernas, y me enojaba el simple hecho de verla. Acabamos así porque en realidad nunca empezamos bien. Nos dijimos mentiras mutuamente desde el principio y salimos a la carretera sin pensarlo dos veces. Teníamos un mes juntos hasta hacía dos días; en realidad no recuerdo qué pasó, seguramente una estupidez. Sin lugar a donde huir individualmente seguimos la carretera. La mujer de treinta años y ojos tristes prendió el comal y puso a calentar carne sobre aceite vegetal. Son pareja, preguntó. Ni Carolyn ni yo contestamos. Parecen casados, insitió la mujer. Qué dijo, me preguntó Carolyn. Piensa que estamos casados, le dije. Carolyn me sonrió y luego le sonrió a la mujer. Quería quitarle su sombrero de paja y sus lentes y tirarla de su cabello claro hasta que alguien de los dos muriera o se acabara el mundo. No, le contesté a la mujer, no estamos casados.


Carolyn pareció interesarse en lo que estaba sucediendo y me preguntó qué decía la mujer. Le dije lo que habia contestado. Carolyn la volvió a ver y volvió a sonreirle. Luego volteó a verme. Mientras me servía agua caliente para tomar café instantaneo ví que Carolyn empezaba a arreglarse el cabello. No crees que soy bonita, me preguntó. No me jodas, le dije. Ella como si nada volvió a sonreirle a la mujer, quien inmediatamente después volvió a hablar. Si que están casados, dijo viéndome, ¿de dónde es la muchacha? Quize reír. Te preguntan de dónde eres, le dije a Carolyn, quien mostró gran curiosidad en la pregunta. Um, San Francisco, dijo, y me sonrió, como sabiendo (¡claro que sabía!) que me encanta traerla a estos pueblos desiertos de todo y en medio de nada al lado del mar y tenerla donde fuera y como fuese. Me veía como diciendo, mira, cabrón, a quien tienes aquí, y tu por pendejo no haces nada. Le dí un trago al café instantaneo y volví a la barra. Casi enciendo un cigarrillo pero me detuve cuando la mujer de treinta años nos sirvió los platos.


Comimos en silencio mientras la cocinera hablaba de lo feo que estaba el pueblo y de lo mucho que le gustaría irse a otro lado. Al otro lado, decía, especialmente a San Diego, por lo bonito y por lo límpio, porque una vez había ido para allá, de niña, con su escuela, a ver el zoológico, pero eran otros tiempos, decía, y hablaba de un parque muy grande y muy verde que estaba cerca del zoológico. Traté de no prestarle atención a la mujer. En eso entró un señor veinte años más viejo que la cocinera y le sonrió burdamente. Como está hoy, preguntó el hombre. Bien, y usted, respondió ella por cortesía. Pues más o menos, dijo él, es que a mi se me hace que me falta algo, no se bien qué, siguió con un tono de voz chingaquedito, a lo mejor usté sabe. A la mujer no le hizo nada de gracia el juego del tipo. Carolyn se levantó de su silla para servirse café y apoyó su pecho sobre mi espalda cuando pasó a llenar su vaso con agua caliente. Permanecí inmovil al sentir sus senos y seguí en lo mío. Traté de no pensar en nada aunque fuera imposible. El hombre pidió una Coca-Cola y siguió molestando a la mujer, quien quería salirse de la conversación a como diera lugar, sin éxito, ya que el hombre tenía respuesta para todo.


Salimos de la lonchería rumbo al carro y cada quien encendió un cigarrillo. Qué le dijiste a la mujer, preguntó Carolyn, relajada. Vi su cara y sus ojos claros através de los lentes de sol, se había vuelto a poner el sombrero de paja. Que te rapté contra tu voluntad hace unos meses, dije, pero que me había salido mal el plan porque te habías enamorado, y que ahora tengo que comprarte comida cada vez que tienes hambre. La primera broma en mucho tiempo, estúpida, lo sé, pero uno no se da mucha cuenta de lo que dice la mayor parte del tiempo. Eres un mentiroso, me dijo mientras daba una calada al cigarrillo, nunca he estado enamorada de ti, ni siquiera cuando te lo he dicho. Ya lo se, contesté, por eso me importas un carajo. Eres un tonto, volvió a decir resuelta y viéndome a los ojos mientras bajaba sus lentes de sol a la moda solamente lo justo para vernos sin filtros ultravioleta. Antes de llegar al próximo estúpido pueblo, dijo convencida, te voy a dar una mamada que te va a dejar sin nada dentro.
baja tu precio
descotízate
vete hasta abajo
vaga por las prostitutas
calles de noche
acurrucándote en hoyos
ajenos y calientes.

olvidate del día...

de toda su alegría

Así paso las noches
En solitario como pendejo
Y acompañado como miedoso,
Tomando cerveza y fumando un cigarrillo
Viendote pasar desnuda frente a mi sobre mi alfombra
Sin decirte nada
Sin querer detenerte.
Aveces me llegan muchas dudas
Sobre absolutamente todo
Son dificiles cuando no te tengo
Y aveces son más duras cuando estás aquí
Porque en ese momento no solo no me comprendo
Si no que no nos comprendo
Y la duda se vuelve de los dos.


Hay alcantarillas más limpias que tu
Y que yo
No se si lo sepas ya
Pero por si no te lo digo ahora:
Empapados de mierda estamos
Con cada grito de placer que haces
Y con cada grito de dolor,
Con cada verso que te digo
Y en cada vez que me voy.
La cama no me deja dormir
Me levanto y enciendo la máquina
We are all ghosts in the machine
(Un libro que aún no leo)

El aire condicionado se enciende y yo apago mi ventilador
No se detienen las memorias de un fin de semana alcoholizado y muerto
Hay dos mujeres en la imágen
Ninguna de las dos fue o ha sido mía
A las dos las quería
Y como el pasado es presente en la memoria, a las dos las quiero todavía.

Son las tres cincuentayuno de la mañana
Otra más porque así parecen ser las cosas
Me cansan mis ojos
Me cansa mi cerebro y su psicología
Banda ancha de telecomunicaciones diplodócas espaciales
Es una joda tener internet todo el día
Y es una joda no tenerlo

Espero con ansias el hecho de que sea mañana
Pero no tengo agua caliente para preparar café temprano
Y tampoco tengo sueño
Los libros no me calman ahora
Ya dejé dos al lado de la cama
Ambos incompletos.

Me cansan mis ojos, dije
Eso no significa que tenga sueño, bestia.

Bar Rocco

Relatos de cerveza-ficción de esta noche. Como pocas veces en algo de tiempo mientras estando en esta ciudad, esta noche estuvo manchada de sorpresas gratas y non-gratas, aunque por la droga que traía encima, Mdma, la gran mayoría de todo lo sucedido fue grato para los sentidos, especialmente las muchachas fresas del Bar Rocco, calle Reforma, frente al antro de moda, Karma, siendo este bar un espacio cuadrado con dos niveles a los costados, una barra en el fondo, con los baños a los lados, el de hombres a la izquierda, viendolo de frente, y el de las mujeres a la derecha, donde también estaba la máquina registradora, la cual estaba atendiendo una morra llamada Xóchitl, de piel morena, que despachaba a ritmo constante y bueno los pedidos de alcohol que le hacian llegar los meseros de corbata negra, con sus plumas rayando sin parar los cuadernos de recibos tipo bloq de notas periodísticas.

Llegó a saludarme una vieja amiga, mucho más guapa de lo que la recordaba, y me saludó tocándome el brazo bastante, acción que noté y comenzé a tocarla de vuelta en el brazo izquierdo con mi mano derecha y a su cadera, con la misma mano. Nunca se separó, pero me despedí de ella mucho más rápido de lo que deví de haberlo hecho—mis amigos se iban del bar y corría el riesgo de perderlos a ellos y perderme entre los aburridos amigos de mi amiga. Deví de haberle dicho Te ves muy bonita hoy. Con su cinturita envuelta en una blusa gris obscuro y suave como la seda, a travez de la cual pude sentir, casi como sin no tuviera ropa, su piel y su contorno.


No se puede escribir ya de ninguna forma y en ningun lugar. Escuchando bob dylan las cosas se ven un poco mejor pero aun asi la nostalgia de algun momento que ya no recuerdo, que quizá nunca existió, me asecha y me sigue asechando, con ganas de no dejar de decir groserias, aquí en el papel como afuera en la calle, a los que pasan, cuestionarlos, traspasarles lo que siento y lo que no siento. El viento idiota de los campos cubiertos por maiz y girasoles que nunca me ha tocado y que me avandonó desde el año 2004 cuando me fui de todo por primera vez y en solitario.

Ya no quiero pensar así, no quiero estar en ningun lado mas que en lugares desconocidos con gente desconocida. No quiero ir con mi familia, no quiero ir con mis amigos. Verlos a los dos es un recordatorio de lo infeliz que soy en estos momentos. Y para refujiarme de la infelicidad me hago indiferente, como para esconderme de mi mismo tambien me hago indiferente.

No hay nada que hacer en todo el día. No hay nada que hacer en todo el día. No hay nada que hacer en todo el día mas que verlo pasar. No hay nada nuevo bajo el sol. No hay nada que me sorprenda. No hay nadie a quien quiera ver que no sea ella y aun asi no la quiero ver porque no se qué decirle ni qué hacer. No tengo ganas de nada que se me pueda ocurrir. Lo único que quisiera es salir y tomar café. Escribir y leer en alguna cafetería que no conosco. En alguna cafetería de carretera con alguna mochila en mano. Desayunar y escribir. Desayunar y escribir. Desayunar y escribir. Desayunar y escribir. Gastarme todo mi dinero. Gastarme todo mi dinero. Conseguir trabajo y trabajar cargando cosas. Conocer a gente nueva. Tomar café en otro lado. Tomar café en otro lado. Tomar café en otro lado.

Reflexion 2 de abril 28

La ciudades de noche y en coche tienen desde la ventana una nostalgia trágica que núnca deja de sorprenderme a la puerta de las obscuridades que salen por debajo de las alcantarillas junto con las mujeres muebles y las taquerias abiertas 24 horas con señores borrachos que pierden su vida disfrutando una botella de alcohol etílico y te piden cigarrillos en la línea internacional que divide a un país sorprendentemente rico con otro sorprendente pobre.

La asquerosidad de la soledad urbana no deja de presetarse en mis pupilas de lentes oxidados y escarchados de cocaina y pastillas hechas para calmar ancias de gente ezquisofrénica como la que se junta en los hoteles de paso donde trasvestis cobran 300 pesos por una hora de sueño efímero que te regresan vomitando verde y sangrando rojo de la naríz por tanta porquería que has logrado meterte a la cabeza y al cerebro directamente y a causa de una gran piedra blanca sudamericana.

Los puentes en las noches y las calles solitarias con sólo un transeunte peatón vagabundo que busca su cobijo nocturno entre callejones y esquinas abandonadas en los centros comerciales de las ciudades tercermundistas a punto de haber sufrido terremotos y señales de un dios injusto que todo lo hacer ver negro y gris cuando el blanco y los colores se han marchado a otra parte mucho más parecida a una niñez que nunca existió por ser todos uno hijos de la calle y de la chingada.

Mis verdades pueden ser probadas y comprobadas tan pronto como vengas a visitarme con una botela de vino o de whiskey a mi departamento de callejón en esta ciudad desierta de actividades y repleta de pistolas y pistoleros que al tener un cañón en la mano creen que el mundo gira alrededor de ellos y amenazan gritando todas sus mentiras en las esquinas de congales cuando una mujer los deja plantados o cuando un amigo se les va y los deja solos.

Yo necesito un cambio de locación urgentemente antes de que todo esto me coma y me convierta una vez más en todo lo que odio ser y parecer: muerto viviente en una ciudad medio viva y medio muerta que pasa sus días viendo a los soles y a las lunas deambular con botellas de alcohol barato y cerveza mala que lava cerebros para que con el sólo precio la gente piense que entre más barato esté el alcohol más bueno va a saber.

Las muertes llegan a veces tambien de dos por día y de reprente te ves enroscado en funerales ajenos aunque sean de familiares que nunca conociste y que por alguna razón más allá de la que puedes comprender siguen llendo a rendir pésames y abrazos a las magdalenas que lloran sin parar al lado del ataúd que no se mueve y nunca má se volverá a mover.

Estamos llenos de pobres por las calles y a todas horas del día, de la noche, del atardecer y de la madrugada. Todos ellos desvestidos de sus pasados y a la vez con una carga emocional que ya han olvidado para asi dar paso a la vivienda animal que es vivir en la calle día a día como pobre y vagabundo, como vagabundo pobre.

Reflexion de abril 28

Desde la ciudad hasta el más alto edificio que esté en el más desamparado de los desiertos siento tu voz que no me llama para nada y para nada nuevo me describe una canción tipo soneto clásico que no entiendo en lo más mínimo.

Creo al principio que es bethoveen, pero luego pienso que es jimi hendrix y las groupies lesbianas de janis joplin vienen hacia mí corriendo como si fuera yo una cama de flores de esas que tantas veces las peliculas patrióticas estadounidenses describen para una epoca basada en la hipocrecía temporal de todos los hippies que todavia no usaban corbata y en ves de ellas predicaban un mundo lleno de amor y paz para cuando el poder del hombre blanco callera sobre ellos lo pudieran reproducir justo como lo hicieron sus padres y los padres de sus padres hasta las enbarcaciones de esclavos secuestrados en sus costas de marfil para ponerlos a trabajar como animales en las plantaciones de azucar, algodón y trigo en las planicies robadas a base de alcohol, malos tratos y rifles a los indios que alguna vez estuvieron ahí de nómadas cuidandose de los osos y escribiendo historias en el firmamento infinito sin importar el tamaño del puto telescopio que pueda construir Stanford, Yale, Berkeley o Harvard.

Solamente un perro ahogado hasta el cuello en arenas movedizas me puede decir y hablar un poco sobre el futuro de la humanidad moderna: hundida hasta el cuello viendo a un hipotético dios que no está en el cuadro y que no hace el más minimo intento ni esfuerzo de salvar a su inocente criatura de los abismos de un mundo lleno de areana y carente de oxígeno.

La gente vive como si esto fuera eterno y como si tener hijos fuera la gran respuesta al misterio de la inmortalidad, cosa que no es cierto: entre más hijos haya más mortales hay en el mundo. Es la contradicción de la que nadie habla. La única forma de ser inmortales es a travez del alto total del nacimiento. Hacernos y morirnos todos juntos para que nadie corra el riesgo de morirse.