martes, 10 de agosto de 2010

Insomnia

Son las 4.34 de la mañana. No he podido dormir pero tampoco lo he intentado. Llevo ya parte sustancial de la botella de whisky que he comprado hoy en el supermercado. En vez me he quedado leyendo 2666 desde poco antes de la media noche, cuando apagué la computadora y me debatí si escuchar música o comenzar de nuevo la lectura. Al principio no sabía dónde estaba ni la historia de qué personaje estaba leyendo. Teóricamente he terminado el tercer libro de la novela. Hasta ahora los personajes son Pelletier, Morini, Espinoza, Norton, Amalfitano, Fate y Rosa. Ellos son los que se quedan (y quizá también la periodista Guadalupe).

Cuatrocientas cuarentaytres páginas leidas hasta ahorita. Me detuve y encendí la radio en lo que supongo es Radio UNAM 96.1 FM. Están pasando jazz. Son las 4.39 AM. El libro está sucediendo en Cd. Juárez, Sonora, llamada también Sta. Teresa. Recordé a Alpha. Lamenté no haberla tenído nunca y no haber seguido en contacto con ella. Rosa Amalfitano. Alpha Elena. Bailarina, filósofa, ballet, sonriente, cuello largo, morena ojos grandes, pechos firmes, piel suave, piernas fuertes.

Lo mejor que puedo hacer es salir lo más pronto a la calle, a la librería, a ver algo.

lunes, 9 de agosto de 2010

nigt

Numeros rojos en la pantalla azul
La media noche comienza a las tres de la madrugada
No hay Madrid, no hay Berkeley, no hay Oakland
La mitad de la noche sin embargo
Es igual que en todos lados

Nos cubre el silencio de lo más profundo
Y a una música de cañería que parece ser siempre de otro lado
No hay manera de detenerla

La noche no para, y dentro de muy poco será de día
Se convertirá en su opuesto
Se convertirá en las leyendas mayas y toltecas
En las historias chinas entre lo blanco y lo negro
Se transformará en otra cosa
Y la noche ya no será más noche
Nada será lo que era antes
Ni siquiera tú
Y mucho menos yo

vierneses

Viernes por la noche, un viernes más un viernes menos de todos los días que todos vamos a tener. Y para no entrar tan directamente al tema, filosofar me resulta útil cuando comparto un poco de lo que pienso con un libro de alguien a quien respeto o creo que tuvo o tiene algo valioso que decir—a quién, no sé, al mundo, supongo. La resignación a la derrota que aveces tanto critico en los equipos de fútbol que no juegan como si en verdad quisieran ganar la imito en mi posición existencial desde hace tiempo, creo que desde hace cuatro o cinco años, yo, que tengo veinticuatro inviernos en la parte norte del planeta tierra (agua) y un mes de invierno más en la parte sur. La resignación a perder... y que quizá lo mejor que pudiera hacer es cometer el pecado más mortal. A la muerte no hay que temerle. A la muerte la quiero, más a ella que a la vida muchas veces y por ello me alejo de lo que se supone es el buen vivir, como por ejemplo estar con otra gente, saludable. En fin, ayer leyendo un pasaje de Bolaño me entró una cuestión que no es tan fácil poner en pregunta, pero que consiste en quitarme la vida por en serio y en realidad creer que no quiero sentir nada más de lo que siento, no porque lo odie o sienta una aberración hacia el existir bajo el manto de la consciencia humana, sino por razones más filosóficas, más del tipo zen, como aquel monje que cuando se le cuestiona sobre la muerte va y se arroja a un río para nunca más volver a ser monje y convertirse en vez en alguna piedra y en un árbol y en una estrella a miles de millones de kilómetros de distancia de toda esta magnitud mecánica que es la Tierra. Creo en el dejar de sentir única y totalmente. Creo en la Nada. No creo en la reencarnación humana. Que se jodan los que creen que la cosa es así de fácil.